Estos últimos días La Pobla de Vallbona ha sido el centro de unas jornadas en las que decenas de periodistas de otros países han hablado, reflexionado y razonado respecto a las nuevas tecnologías y su influencia sobre las nuevas formas de comunicación.
Un debate muy interesante pero a la vez también muy delicado con respecto a la formación de la opinión pública, es decir, la información que llega a las personas individuales para que se hagan una idea aproximada de aquellos temas y cuestiones que se supone que les interesan a la hora de tomar decisiones. Especialmente, respecto a la hora de decidir en las elecciones políticas. Por lo tanto, son los partidos políticos los más interesados a manipular esa opinión pública.
No obstante, el debate que más nos interesa se centra en su vertiente local, es decir, a La Pobla. Sin libertad de expresión y opinión no hay tecnología que valga. De nada sirve hacer un uso o un abuso de medios tecnológicos que nos permiten en cuestión de según comunicarnos con la otra parte del mundo si no somos capaces de transmitir información y opinión con entera libertad. Y en La Pobla hay ejemplos históricos recientes, en las últimas décadas, sobre carencia de libertad. Todavía me recuerdo que hace más de 15 años, cuando era un simple corresponsal de un diario valenciano, y recibí una telefoneada a mi casa de un concejal del Ayuntamiento.
El hecho no es inusual, antes al contrario, es muy lógico e incluso recomendable un flujo de comunicación entre los periodistas y los políticos. En la llamada el regidor me recomendaba que no me hiciera eco de unas amenazas públicas que un concejal había hecho sobre la integridad física de otro regidor de un partido contrario. ¿Saben por qué me lo decía? Porque, según él, me había visto copiar las amenazas que se habían vertido en el salón de plenos y estaba preocupado por si el hecho se relataba al diario. Hace falta añadir que él estaba sentado a su asiento de concejal y yo sentado en el espacio destinado al público y la distancia entre él y yo sería de unos 5 metros, es decir, debía de tener una gran vista para saberlo a ciencia cierta.
Es una anécdota -lo reconozco- de las numerosas presiones políticas, económicas e ideológicas que sufren cada día los periodistas por hacer su trabajo. En aquella época no había, desgraciadamente, el número de medios de comunicación de que disponemos actualmente. Era como luchar contra molinos de viento. Por esto, creo que haría falta reflexionar sobre los medios que hace falta poner al alcance de los periodistas para que puedan trabajar con entera libertad. Aquí, en La Pobla, los políticos todavía no están acostumbrados al nivel de crispación política que hay en otras comarcas donde gobierno y oposición hacen su función y los medios son unos testigos. Por esto, hace falta preguntarnos: ¿de qué nos sirven tantas tecnologías a nuestro alcance si no tenemos libertad por expresarnos con tranquilidad? De nada, de nada no servirá la TDT, los blogs, los diarios digitales, o los diarios en papel o, incluso, una hoja parroquial si el poder político y económico continúa siendo fundamental para la supervivencia de los medios de comunicación.
Miquel Ruiz, periodista de la Pobla de Vallbona.