“Papás, ¿qué hago yo el día de la madre?”

Lleva las chaquetas debajo del hombro. Las tres mochilas del cole agarradas con una sola mano. El teléfono del trabajo sonando en su bolsillo derecho. Y sus pequeños esperando ansiosos a poder entrar, descalzarse y beberse un vaso de leche con colacao. Nunca sabe cómo lo consigue, pero al final logra abrir la puerta: la mágica heroicidad de ser un buen padre.

Con los niños correteando por el comedor, Marcos abre la mochila de cada uno de ellos para revisar sus agendas. Olvida que Celia y Carlos son tan pequeños que ni siquiera utilizan una. Pero el mayor sí: “Kevin tiene que traer acuarelas para la actividad del día de la madre”. Con la agenda en las manos y el mensaje todavía sin diluir en su cabeza coge su móvil y llama a Diego, su marido. “Cariño, que el niño tiene que celebrar el día de la madre. ¿Qué hacemos?”.

Desde la escalera Kevin escucha agazapado. Ya tiene la edad suficiente como para hacer preguntas incómodas, aunque es demasiado pequeño para entender las respuestas. “¿Qué pasa, pequeñín?”. El niño mira entristecido al vacío. “Papá, ¿qué hago yo el día de la madre?”. Marcos siente una punzada en el pecho. “Yo quiero hacer el dibujo de acuarelas con mis amigos, pero yo no tengo mamá. ¿Y si mis amigos se ríen de mí?”. El padre empieza a sudar. Aquello le cabrea. “Nadie se va a reír de ti. Vas a darle el dibujo a quien más quieres, que es lo importante, ¿vale?”

Duele tener que dar explicaciones por sentir. Duele tener que excusarse solo porque la sociedad no ha encontrado la etiqueta apropiada para ti. Celebraciones como las del día del padre o de la madre recuerdan a las nuevas familias, igual que a Marcos y a Diego, que en el sistema actual solo ocupan un lugar incómodo. Estas costumbres perpetúan el concepto de familia tradicional, un concepto que por su naturaleza excluye a mucha gente. Solo en España, según el INE, existen 7.600 parejas del mismo sexo que conviven con al menos un hijo; y casi dos millones de personas que crían a los suyos solos, sin pareja. ¿Qué se supone que tienen que hacer estas familias cuando se celebra el día de un miembro que no existe? Fácil: dar explicaciones para evitar ser juzgados por su entorno más cercano.

Lo realmente triste son las batallas que luchan los pequeños, los hijos de familias homoparentales o monoparentales. En la mayoría de colegios españoles se celebran estas fechas con actividades y festejos, y los niños no tienen escapatoria: sus compañeros están haciendo un dibujo para sus madres, sus amigos están haciendo un collar de macarrones para sus padres. En esa situación el chiquillo se siente raro, ve que no es igual que los demás, y percibe esa sensación como negativa. Se produce entonces un proceso de auto-etiquetación, cuanto menos, retorcido: “Yo no tengo madre, mis amigos sí; yo no soy normal, mis amigos sí”. Puro adoctrinamiento, vaya.

A menudo se puede caer en la solución más simple: si no se tiene padre, no se celebra el día del padre, y a la inversa. Pero, ¿cómo escapar de estas fechas cuando los medios bombardean con las mismas semanas antes de que lleguen? Sorteos, cupones, centros comerciales que rebajan sus productos (cosméticos para el 1 de mayo y corbatas para el 19 de marzo), recordatorios en los telediarios, aplicaciones para móviles que prometen ofrecer las mejores ideas para acertar con tu regalo, etc. Se produce toda una campaña mediática a favor de estas celebraciones que solo hacen apología del consumismo y de la familia tradicional. Lo más preocupante de todo es que consiguen embelesar a gran parte de la sociedad para que forme parte de la ceremonia, e incluso se sienta mal si no participar en la misma.

Resulta absurdo mantener tradiciones que ya no representan al conjunto de la sociedad. Es el mismo absurdo que hablar de recuperación económica, de potencia española o de diálogo gubernamental. Cualquiera en su sano juicio sabrá que solo es el argumento de una película de ficción. ¿Por qué no se aplica la misma lógica con costumbres excluyentes y obsoletas como el día de la madre o del padre? ¿Por qué no se produce una evolución acorde a la situación actual? ¿Por qué no se pasa a celebrar el día, por ejemplo, de las familias?

Hemos llegado a un punto en el que es más correcto adaptarnos a los conceptos tradicionales, unos conceptos que algún día nosotros mismos creamos, a que estos se adapten a nosotros. ¡Es un despropósito! Los prejuicios y las ideas inmutables no dejan que uno sea, y son la causa de muchas desigualdades sociales. Olvidamos que una sociedad nunca será libre si unos padres que se quieren tienen que seguir explicando a sus hijos que lo que sienten es normal, y no motivo de discriminación. Olvidamos que una sociedad solo conseguirá su libertad cuando los hijos dejen de sentir la necesidad de hacer ese tipo de preguntas.

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