Fiestas y no fiestas

Nico Marco, regidor d’Esport i Salut de Llíria

En estos días en los que estamos en plenas fiestas de Llíria, me viene a la mente la importancia de la cultura para las personas. La cultura es lo que nos hace verdaderamente humanos, lo que más nos distingue de otros seres vivos. El deporte, por ejemplo, es parte muy importante de esa cultura, como lo son muchas otras cosas. Y lo es sobre todo por su vertiente lúdica, por sus valores más relacionados con la salud y el ocio que con el negocio.

Igual que las fiestas: lo festivo es una parte de la cultura muy importante para disfrutar de la vida, incluso para la pervivencia de la especie. En las fiestas la gente convive, ríe, se enamora, disfruta de artes como la música (el mejor alimento del alma), la danza (felicidad en movimiento) o la pirotecnia (pura alegría visual y auditiva). La alta cultura está muy bien, es genial y muy necesaria; pero las fiestas populares son también de suma importancia porque es ahí donde reside mucha de la esperanza de la gente en su vida diaria: en la huida de la rutina, la confraternización con sus semejantes en un contexto festivo fuera del normal. Como alguna persona sabia decía, las fiestas mantienen en forma el músculo de la empatía.

Vamos, justo lo contrario de la empatía que ha demostrado tener el nuevo gobierno de la Generalitat Valenciana: empatía (y mucha) solo con los 26000 valencianos más ricos (los que poseen más de 3 millones de euros), el 0.5% de la población… Les acaban de perdonar unos 526 millones de euros en diversos impuestos de sucesión. Millones que dejarán de aportar a la salud, la educación o la cultura del resto de la población valenciana. ¿Dónde queda la empatía con los humildes y la redistribución de la riqueza?

Empieza, pues, este gobierno valenciano, a andar el camino individualista que propugna el neoliberalismo salvaje: el que más pueda para él. Tal vez parezca que exagero. Ojalá. El futuro lo dirá… Pero justo estos días hace 50 años que Chile empezó a caminar por esa senda con las políticas ultraneoliberales que implantó Pinochet con la ayuda de Kissinger y hoy en día hay quien tilda a Chile de “la Corea del norte del neoliberalismo”. (Hoy en día, si vives en Chile y a tu hijo hay que operarle de apendicitis, tienes que hacer una colecta entre los familiares y amigos para poder pagar la operación. O tienes que pasar con menos del 20% del sueldo si te quieres jubilar…) ¿De verdad queremos seguir por ahí, por ese camino tan insolidario?

La verdad es que, si nos paramos a pensar en todo eso, no estamos para muchas fiestas. Así que tengamos la fiesta en paz y dejemos al señor Pinochet en su tumba que es donde mejor está. Simplemente disfrutemos de las fiestas, ejerzamos la empatía, pero la de verdad. Parafraseando a los clásicos, vivamos, disfrutemos y ya filosofaremos…

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