La madera de dos árboles hacían funcionar las Termas romanas de Mura durante un día

Una investigación sobre el complejo romano de Llíria gana el Premio Demetrio Rives

La madera de dos árboles era suficiente para mantener en funcionamiento durante un día los 4.000 metros cuadrados de las termas romanas de Mura, localizadas en la ciudad romana de Edeta. “Los romanos eran expertos en la eficiencia energética y la funcionalidad de sus construcciones, y buscaban siempre el máximo aprovechamiento de la carga térmica”, explica Santiago Tormo, arquitecto técnico, doctor por la UPV y ganador del Premio de Investigación Demetrio Ribes, dotado con 6.000 euros, por su trabajo ‘Funcionalidad hídrica y térmica de los complejos termales romanos’.

La idea de realizar esta investigación le surgió mientras participaba en la intervención arquitectónica realizada en el monumento de Llíria entre los años 2009 y 2012, y que dirigió el arquitecto Julián Esteban Chapapría. “Me encantó tanto la idea de cómo los romanos gestionaban ese tipo de ingeniería y de arquitectura para conseguir una funcionalidad tan perfecta, que empecé a investigar las características termales, hídricas y arquitectónicas del edificio”, anota Santiago, profesor asociado de la UPV.

Las termas romanas eran una de las instalaciones más complejas en cuanto a ingeniería y construcción, ya que requerían controlar perfectamente los efectos del fuego, el agua y el aire. “Los romanos hacían puentes muy grandes, acueductos, sabían traer agua desde un sitio a otro con conductos… pero la ingeniería de poner en marcha un complejo termal como el de Llíria, requería el máximo nivel de exigencia para los ingenieros y arquitectos de la época”, cuenta Santiago.

Su trabajo de investigación se ha centrado en estudiar cómo sería el funcionamiento de las termas: cuánta madera era necesaria para encender los hornos; qué temperatura se alcanzaba en cada sala; los tiempos necesarios para abrir o cerrar los conductos, y cuándo encender o apagar los hornos. “El día comenzaba con el encendido de los hornos, dos horas antes de la apertura de las termas, y poco a poco se iban abriendo los conductos de ventilación, desde el más lejano al más cercano. Una vez calefactadas las distintas salas, tanto el caldario como el tepidario, se iba reduciendo la entrada del aire para aprovechar todo el calor que generaba la madera. Si hacía falta, se añadía más leña y, dos horas antes de cerrar el complejo termal, se iban cerrando los conductos y se aprovechaba el calor residual”.

“En términos de ingeniería, es fantástico”, explica Santiago Tormo, “porque medían exactamente hasta el mínimo espesor necesario para que el aire pudiera circular rápidamente y llegar a todos los extremos, los materiales más resistentes los ponían en las bocas dónde estaba el fuego, calculaban dónde poner el ladrillo que tenía mejor carga térmica para transmitir la conductividad térmica, y el hipocausto (el sistema de
calefacción del suelo) se gestionaba a través de una sala de arcos que permitía la circulación del aire de una manera muy efectiva”.

El Santuario Oracular y las Termas Romanas de Mura de Llíria constituyen uno de los conjuntos arquitectónicos más singulares e importantes de la Hispania Romana. Su construcción se debe al gobernador y militar Marco Cornelio Nigrino, nacido en el año 40 del siglo I en Edeta.

Los hipocaustos del tepidario y caldario, así como sus praefurnium (hornos) y la piscina cálida de las termas femeninas, que mantiene su pavimento original, cuentan con un alto nivel de conservación.

En noviembre de 2018 fueron declarados Bien de Interés Cultural por la Generalitat Valenciana.


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