14 de abril

JUAN PEDRO SERRANO

Juan Pedro Serrano Latorre, Secretario General PSPV-PSOE La Pobla de Vallbona

No había cumplido los treinta, casado, una hija de tres y unas ansias de vivir incontenibles. Agricultor, socialista, soñador, defensor de los derechos de todas las personas, de la justicia, amante de la libertad. “No os preocupéis, vuelvo en dos días”, dicen que dijo al marcharse voluntario, convencido de que aquella revuelta fascista que acababa de iniciarse no llegaría muy lejos. Pero no volvió. Una breve reseña, escrita de manera improvisada en una hoja arrancada de un bloc de notas, le recuerda en una pared gris del memorial de Gusen, campo de concentración anexo a Mauthausen.

En unos días se cumplirán noventa años de la proclamación de la II República, un acontecimiento extraordinario que sirvió para que millones de personas, injustamente tratadas por un sistema de gobierno corrupto, arbitrario, insolidario, se ilusionaran ante la posibilidad de conseguir la ansiada transformación social, política y económica que demandaban, para llevar la esperanza a una sociedad subdesarrollada, mayoritariamente formada por una población empobrecida, esclavizada, olvidada.

Tanto tiempo después, resulta dramático y muy preocupante, sin embargo, comprobar cómo las mismas fuerzas reaccionarias que entonces acabaron con ella continúan vivas hoy, más activas que nunca, empeñadas en conseguir sus mismos objetivos de siempre. Los herederos de aquel franquismo golpista, que durante un tiempo encontraron refugio en partidos de derecha, disfrazados de liberales, pero que nunca asumieron los valores y prácticas de la democracia, se han quitado la máscara.

Se declaran fascistas sin ambages y manifiestan sin pudor su aspiración de acabar con un sistema de libertades que les garantiza, incluso, y de manera discutible en mi opinión, el derecho a mostrarse y comportarse como tales. Resulta ofensivo el descaro con el que se manifiestan brazo en alto, exhibiendo símbolos y consignas antidemocráticas, la impunidad con la que actúan, el desprecio grosero a colectivos concretos, o el insulto irracional al oponente político; como también es intolerable la provocación permanente con la que incendian la calle y las instituciones, la generación constante de odio, o la propagación de una violencia inaceptable entre la población, que cada vez ejercen de manera más intensa y organizada.

Qué enfermedad padece una sociedad como la nuestra, capaz de normalizar comportamientos tan repugnantes. Cómo es posible despachar con cuatro comentarios graciosos, tres memes ocurrentes y algún chiste divertido en las redes, declaraciones como las que realizó la presidenta de Madrid, en las que se mostraba orgullosa de que la llamaran fascista, ya que eso la situaba en el lado bueno de la historia. Cómo no sentir vergüenza, y una frustración infinita, ante la naturalidad con la que se admite que un grupo de exmilitares amenacen con matar a veintiseis millones de hijos de puta, o que analfabetos históricos vandalicen esculturas de relevantes políticos socialistas, destruyan murales feministas, o incendien la sede de una formación política.

Después de más de cuarenta años de democracia, aquella famosa frase que el dictador pronunció en su mensaje de fin de año, el 30 de diciembre de 1969, parece adquirir su significado más contundente y cruel: “Respecto a la sucesión a la Jefatura del Estado, sobre la que tantas maliciosas especulaciones hicieron quienes dudaron de la continuidad de nuestro Movimiento, todo ha quedado atado, y bien atado”.

Para quienes nos sentimos socialistas y todavía hoy pretendemos mantenernos impermeables a algunas de las sucesivas y, en ocasiones, cuestionables adaptaciones ideológicas que han ido modificando el perfil del partido del abuelo, el 14 de abril representa mucho más que la conmemoración de una fecha histórica. Es un día para la memoria, la reflexión, el análisis y la reivindicación; pero sobre todo, y desde el respeto al actual modelo constitucional, mientras permanezca vigente, para la renovación del compromiso con aquel ilusionante proyecto republicano por el que tantas personas leales a un gobierno democrático surgido de las urnas dieron su vida.

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